

Querido Marco Polo:
¡Saludos desde Venecia!
Esta no es la primera vez que visito tu cuidad, pero sí es mi estancia más larga hasta la fecha. Mis primeros diez días de confinamiento provocados por una pandemia mundial fueron toda una experiencia. Sin embargo, estar aislado me permitió tener mucho tiempo libre para reflexionar un poco y para disfrutar del famoso relato de tu viaje por Asia, obra de tu amigo Rustichello de Pisa, que se basó en los recuerdos que compartiste con él durante el tiempo que pasasteis juntos en la cárcel de Génova. Me siento totalmente fascinado por tus historias y por el hecho de que el libro se haya traducido a tantos idiomas europeos a lo largo de tu vida. Aunque en español es más conocido con el título de Los viajes de Marco Polo, en algunas ediciones más antiguas se tradujo como El libro de las maravillas, que corresponde al título original franco-veneciano de Le devisement du monde, literalmente, “La descripción del mundo”. Desde que se publicase por primera vez, son muchos los que se preguntan si realmente has visitado todos esos lugares o si tan solo cuentas las historias de otros viajeros. Algunos sospechan incluso que el título del libro en italiano, Il milione, “El millón” en español, hace referencia al número de mentiras que en él se cuentan. Sea cual sea la verdad, tus periplos han sido fuente de inspiración para muchos viajeros y tu reputación como pionero y legendario explorador del mundo no se ha desvanecido en estos últimos 700 años.
Mi viaje
Como artista que suele basar su obra en sus propios viajes, me gustaría compartir algunas de mis vivencias contigo. Como, a diferencia de ti, no tengo un millón de historias que contar, en esta carta hablaré de mis reflexiones personales acerca de este mundo tan dividido en el que vivimos hoy en día y contaré algunas de las historias de las personas que he conocido a lo largo de mi viaje.
Antes de empezar mi historia, es importante que sepas que vivo en el siglo XXI, en el año 2021, para ser más exactos. Me llamo Navin y soy un hombre de Oriente. Mi país es el Reino de Tailandia, pero en los mapas antiguos se le conoce como Siam. En tu época, probablemente formaba parte de Suvarṇabhūmi, que es el nombre que aparece en la literatura antigua. Significa «Tierra del oro» y fue uno de los muchos lugares de la región que hoy en día se conoce como el Sudeste Asiático. Después de leer tu historia, me atrevería a decir que muy probablemente habrás estado en esta parte del mundo, aunque no exista constancia alguna de tu viaje en ninguno de los reinos que gobernaban en mi país por aquel entonces. Como sabes, la capital de mi tierra natal es conocida como la Venecia del Este. Me gustaría señalar que los orígenes de mi familia se encuentran en la región de Punyab, que formaba parte de la antigua India. Digo antigua porque el lugar de nacimiento de mis antepasados ahora forma parte de un país diferente que se llama Pakistán. Este nuevo estado se fundó hace 75 años, cuando las tierras del subcontinente indio se dividieron tras una guerra civil que provocó el desplazamiento de más de 10 millones de personas por motivos religiosos.


Mis experiencias culinarias
En este viaje, tuve la oportunidad de conocer a diversas personas que habían emigrado a Venecia, muchas de las cuales me confesaron que el principal motivo que las había llevado a abandonar su tierra natal era la guerra . La primera persona con la que conversé fue un hombre oriundo de Asia Central que posee varios restaurantes en el centro de Venecia. Había llegado cincuenta años antes junto con dos amigos para participar en el Festival de Cine de Venecia, una de las grandes citas que, una vez al año, reúne a los amantes de las películas de todo el mundo. Y te estarás preguntando, ¿qué es una película? Podría decirse que es el equivalente moderno al teatro de tu época. Pues bien, este hombre llegó a la ciudad cuando tenía 25 años atraído por su pasión por el cine, pero al ver que la situación en su país de origen empeoraba, decidió pedir asilo. Unos años después de comenzar su nueva vida en Venecia, el destino lo llevó a conocer a refugiados procedentes de otras zonas y, todos juntos, se aventuraron a abrir un restaurante.
Bajo el nombre de Orient Experience, el restaurante ofrece un menú inspirado en la cocina oriental de sus países de origen, pero cada plato transmite las experiencias personales y las diferentes vivencias de los migrantes que llegan a Europa. Algunos llegaron aquí por carretera, mientras que otros arriesgaron sus vidas atravesando violentos mares subidos en pequeñas embarcaciones de pesca. Algunas de estas travesías apenas duraron un mes, pero otras se prolongaron durante casi un año. En estos peligrosos viajes que emprendieron con la esperanza de un futuro mejor, todos ellos pasaron por múltiples lugares y cruzaron numerosas fronteras antes de llegar finalmente a su destino. Este menú se inspira en la gastronomía local y en los platos que degustaron a lo largo del camino, en los ingredientes empleados y en la forma en la que cada una de estas personas ha ido adaptando sus recetas. Su negocio no solo se limita al mundo oriental, sino que también cuentan con otro local llamado African Experience que, como su nombre indica, propone un menú basado en las vivencias de la emigración procedente de África. Tuve la oportunidad de probar la comida de estos dos establecimientos y creo que son un auténtico crisol de culturas y experiencias compartidas.
Mi degustación de la cocina local continuó cuando un amigo italiano me presentó a dos señoras venecianas que me invitaron a una comida casera. Ambas habían sido profesoras. La dueña de la casa en la que estuve era una madre soltera que disfrutaba de su jubilación explotando su vena artística, mientras que su amiga se había decantado por la escritura. Me prepararon varios platos típicamente venecianos para que los probase, empezando por los calamares en su tinta. Aunque en algunos lugares añaden tomates cherri, ambas me contaron con orgullo que la receta veneciana es totalmente negra. Para ser sincero, el color del plato no lo hacía muy apetecible, pero tenía un sabor delicioso. En lo que a pasta se refiere, los venecianos utilizan los bigoli, un tipo de espaguetis originarios de la región del Véneto. Era la primera vez que probaba los bigoli, cuya principal diferencia con respecto a las demás variedades de pasta es que se elaboran con una harina más gruesa. Ahí también fue donde probé por primera vez el santiaguiño, que en Italia recibe el nombre de cicala di mare y que, en mi opinión, es una especie de langosta. Soy consciente de lo complicado que resulta cocinar todos esos platos tradicionales y tengo que reconocer que fue un día muy especial para mí. Entre los invitados se encontraban algunos amigos suyos y todos juntos pasamos la tarde comiendo y compartiendo historias. Además, también aproveché la ocasión para hablarles de mi trabajo como artista.
En ese cálido y acogedor almuerzo, tuve la oportunidad de probar el postre tradicional de su ciudad natal, el pandoro, que significa «pan de oro». Me contaron que era un plato habitual entre la nobleza veneciana en el siglo XIII que todavía conserva su popularidad hoy en día en toda Italia como dulce navideño. Aunque todavía no fuese Navidad, la dueña de la casa dijo que aquella comida era un evento especial para ella, ya que era la primera fiesta de la temporada para todos los presentes. A todos los invitados les gustó el postre indio que preparé, el tradicional té con leche especiado. Les conté que beber ese postre típico me recordaba a mi difunta madre y que gran parte de mis obras se inspiran en su vida.


Una camisa mágica y mi destino
Mientras guisaba en aquella cocina, tuve la oportunidad de compartir la historia que había detrás de la camisa que llevaba puesta ese día. Es una prenda informal que en el mundo moderno llamamos camiseta. Me la traje de un viaje que hice a Pakistán. Lo cierto es que es una auténtica obra de arte que me regaló un joven artista indio que estaba allí con motivo de una exposición. En el diseño de la parte delantera se puede leer la palabra «Gujranwala», que era el lugar de nacimiento de mi madre y la ciudad en la que vivió hasta que emigraron a Tailandia. Lleva estampada la señal de entrada a la ciudad en hindi y en urdu, junto con una breve frase en los dos idiomas que significa «También es aquí». Me contaron que Gujranwala no es simplemente el nombre de una ciudad de Pakistán, sino también el de un distrito periférico en la capital de la India. Al contemplar esta y otras camisetas parecidas del artista, creo que su intención era crear un sentimiento de pertenencia y unidad capaz de superar cualquier frontera.
Esa camiseta me ha acompañado desde hace más de una década y parece formar parte de mi destino. Al principio me quedaba pequeña, pero unos años más tarde adelgacé un poco y me la llevé conmigo a Dubái, una ciudad muy rica de Oriente Medio o Arabia, erigida en medio del desierto. Mientras paseaba por la ciudad, una señora musulmana señaló la camiseta y me dijo: «¡Es la ciudad en que nací!». Parecía contenta, pero también sentía curiosidad por saber por qué llevaba puesta esa camiseta, ya que esa ciudad no es famosa ni tampoco el típico lugar en el que puedes encontrar souvenirs para turistas. Después de contarle la historia de la camiseta, se me ocurrió una idea para una nueva obra de arte. Durante el resto de mi estancia en Dubái, me puse esa camiseta todos los días para pasear por la ciudad. Y, tal y como esperaba, me ayudó a conectar con otras personas de Gujranwala. Además, gracias a la camiseta también se me acercaron punyabíes de diferentes lugares y gente de otras comunidades del Sudeste Asiático. Estos encuentros me permitieron conocer sus experiencias como emigrantes y los motivos que los habían llevado a vivir en una metrópolis tan cosmopolita del mundo moderno.
Unos años más tarde, la camiseta mágica me volvió a quedar pequeña, pero como me gustaba tanto, decidí reproducirla en una talla más grande. También hice varias copias de repuesto para poder usarla más a menudo y regalársela a mis amigos y a las personas que se sorprendíaen al verla.
Hará unos tres años, en un viaje que hice a Roma, me puse mi nueva camiseta de Gujranwala. Hice lo mismo que las demás veces: la llevé puesta todos los días. Mientras paseaba por la ciudad, me presentaron a un periodista pakistaní que llevaba más de 20 años viviendo en Italia. Se alegró mucho al ver la camiseta de Gujranwala y me dijo lo mismo: «¡Yo nací allí!». No tardamos en hacernos amigos y me contó la historia del pueblo indio de esta parte del mundo. Había pasado más de una década desde que comencé a investigar sobre la vida de la diáspora india y este nuevo descubrimiento me llevó a obtener más información sobre las comunidades del sur de Asia que en algún momento estuvieron unidas en un gran territorio conocido como el subcontinente indio o «mundo indio». No estoy seguro del nombre que recibía en tu época, pero, geográficamente, es una región peninsular situada en el centro-sur de Asia. A esta región también se la conoce como subcontinente asiático, pero, en Europa y América del Norte, el término más habitual suele ser Asia del Sur o Asia meridional.
Por cierto, me olvidaba de contarte que, el año pasado, cuando no se podía viajar al extranjero, conseguí perder unos kilos de nuevo y ya puedo volver a ponerme la camiseta original. Gracias a la deliciosa comida veneciana, he vuelto a engordar un poco, pero espero que este tesoro siga guiando mi destino en futuros viajes.


Sobre desi y khaek
En aquel viaje a Roma, también descubrí la palabra desi, que se usa en Europa para hacer referencia a las personas, la cultura y los productos del subcontinente indio, así como a la diáspora de esta región. En mi tierra, tenemos un término coloquial muy similar, khaek, que se utiliza para referirse a las personas de origen indio. Literalmente significa «invitado», pero se suele emplear en tono de burla para hablar de los forasteros. De niño, odiaba que me llamasen khaek, puesto que tengo nacionalidad tailandesa y hablo el idioma con la misma fluidez que cualquier lugareño. De pequeño, esta experiencia me generaba cierto sentimiento de inferioridad, pero también de curiosidad por mis orígenes e inspiró mi trabajo como artista.
Ahora, durante mi estancia en Venecia, es invierno, por lo que la mayor parte del tiempo llevo puesta mi camiseta de Gujranwala por debajo de la chaqueta. Sin embargo, aun así me he encontrado con gente que parece khaek y que no son turistas. Por ejemplo, muchos empleados de restaurantes y hoteles, y también algunos vendedores ambulantes de souvenirs. Al visitar Mestre, la parte continental de Venecia, también conocí a varios vendedores de productos frescos en el mercado y muchos otros en el centro de la ciudad. Mientras deambulaba por la zona, mi cara de khaek me resultó de gran utilidad para hablar con esos migrantes y percibir rápidamente un sentimiento de hermandad. Supongo que habrás visto este tipo de personas en tu paso por la India, ¿verdad? ¿Qué sentiste cuando nos viste por primera vez?


Un hogar lejos del hogar
La gente de mi tierra también me brinda una cálida acogida cuando viajo. En este viaje, una señora tailandesa casada con un veneciano tuvo la amabilidad de ofrecerse a mostrarme Venecia e incluso me presentó a algunos de sus amigos tailandeses que viven aquí. Su fiesta de bienvenida tuvo lugar en un restaurante chino y el pato asado estaba delicioso. Estoy seguro de que lo habrás probado, aunque quizá no te haya parecido nada del otro mundo en comparación con los platos con los que te agasajó el emperador mongol Kublai Kan. En mi tierra también nos gusta comer comida china, pero los tailandeses siempre necesitan un toque de chile, así que una de ellas preparó comida picante casera y la trajo a la fiesta. Cocinó comida de sobra para que el chef chino también pudiese probarla. Lo pasamos en grande bebiendo unas copas y el propietario chino del restaurante nos regaló una botella de un buen vino del Véneto. Un hombre exiliado de un país vecino a mi patria también se unió a nosotros. No bebía, pero hablaba muchísimo. Eso es algo muy característico de la cultura asiática, creo yo. Nos encanta hablar y cotillear. Supongo que en tu cultura pasa lo mismo, por eso tienes un millón de historias que contar, ¿verdad? Ah, tengo que decirte que la traducción al tailandés del título de tu libro es Las maravillas del mundo y un millón de cotilleos. Espero que te guste.


Más comida que invita a la reflexión
Hablando de gastronomía, ¿sabías que todavía hoy existe cierto debate sobre si fuiste tú quien importó los espaguetis a Italia desde China? Cuenta la leyenda que estos largos cilindros elaborados a partir de una mezcla de harina molida y agua descienden de los fideos chinos, pero los europeos afirman que la cultura de la pasta ya florecía en la región mediterránea entre los antiguos griegos y, más tarde, entre los romanos, varios siglos antes de que viajases a Oriente. Algunos tienen dudas similares sobre la pizza, ya que algunas fuentes históricas que afirman que es originaria de Egipto, mientras que otras defienden que está influenciada por el pan que la gente de la India y Arabia han comido durante siglos. Siempre me ha resultado divertido descubrir que un plato que creía que formaba parte de una tradición cultural de larga data se ha adaptado de la gastronomía de otro lugar. Eso nos demuestra que podemos aprender de la experiencia de los inmigrantes a través de la comida.
Y tampoco podía faltar un tour con cata de vinos
El vino también puede enseñarnos cosas sobre la inmigración. Una noche, mi amigo italiano me llevó a una pequeña taberna junto a un canal. Me contó que los bares típicos como ese, donde se puede disfrutar de unas copas de vino acompañadas de los tradicionales aperitivos venecianos o cichetti se llaman bàcaro. Este bàcaro, en particular, sirve vinos de todo el mar Adriático. Tuve la oportunidad de hablar con el dueño, quien me recomendó que probase el vino tinto de Grecia. Señalando una ilustración que colgaba de la pared, el veneciano comenzó a contar la historia de su bàcaro y la razón por la llevaba el nombre del Adriático. Esta vieja ilustración de un barco que transporta barriles de vino por el mar durante la noche muestra cómo se realizaba el contrabando de vinos desde la ciudad costera de Piran. Al conocer la existencia de esta ciudad del Adriático cuya historia se remonta al Imperio romano, descubrí que, en su día, Piran formó parte de la República de Venecia. Por aquel entonces, estaba gobernada de forma semiautónoma por un consejo de nobles locales que asistían a los delegados venecianos.
Tras tu muerte en 1324, se produjeron multitud de batallas en la península italiana. Siento decirte que tu ciudad natal fue conquistada por un francés llamado Napoleón Bonaparte, quien estableció la hegemonía francesa en gran parte de la Europa continental a principios del siglo XIX. Los combates se sucedieron hasta la caída del régimen de Napoleón y, en ese momento, Piran pasó a formar parte del Reino de Austria. A principios del siglo XX, tuvo lugar otra gran guerra entre los territorios europeos, la Guerra de los Balcanes, que más adelante sería el germen de una batalla campal que tuvo lugar en todo el mundo y que se conoce como la Primera Guerra Mundial. Al acabar la guerra, Piran fue cedida al Reino de Italia, junto con Venecia y toda Istria. Años más tarde, estalló la Segunda Guerra Mundial y los italianos perdieron, lo que condujo a la creación de la República de Italia que conocemos hoy en día.
Para ayudarme a comprender mejor esta parte de la historia del mundo, el dueño del bàcaro también me enseñó un libro ilustrado que él mismo había escrito. El libro se titulaba Malvasía, una palabra que también se refiere a un tipo de vino que históricamente se ha producido en la región del Mediterráneo. Se cree que la variedad de uva malvasía es bastante antigua y que muy probablemente procede de la isla griega de Creta. Como los mercaderes venecianos eran excelentes comerciantes, el vino de malvasía adquirió fama entre los amantes del vino de todo el continente. De hecho, a muchos bàcaros venecianos se les llamaba malvasie porque ofrecían vino de esta región del mundo. Sin embargo, cuando Venecia cayó bajo dominio italiano, estas tabernas desaparecieron debido al aumento de los impuestos sobre los vinos importados, aunque todavía había contrabandistas que traficaban con estos productos en la frontera. Este es el motivo que llevó al dueño de este local a abrir un bàcaro donde la gente pudiese beber vinos de toda la región del Adriático. Para él, me explicaba, el Adriático es el puente que conecta los diferentes pueblos y culturas de la península italiana.
Mi clase de historia y mi descubrimiento del vino continuó en la isla del cementerio de Venecia, donde me reuní de nuevo con las dos profesoras jubiladas. Ambas forman parte de la asociación Laguna nel bicchiere, cuyo nombre hace referencia a la cultura del vino y a la vida veneciana. Me presentaron a algunos amigos suyos que también son miembros destacados del colectivo, formado hace unos 15 años por un profesor veneciano ya fallecido que descubrió una histórica bodega en una iglesia abandonada en esta isla. Mientras me contaban la historia, me explicaron que, en tu época, este lugar era un pequeño monasterio llamado San Cristoforo. Durante la ocupación francesa, se decretó que realizar enterramientos en las principales islas venecianas era antihigiénico, por lo que esta isla de pescadores se convirtió en un cementerio que más adelante recibió el nombre de San Michele.
El director de la asociación me enseñó la iglesia abandonada y me explicó cómo se producía el vino en aquella época. También me mostró los diferentes tipos de vasijas, haciendo hincapié en una tinaja de terracota que constituía un ejemplo de un tipo de cerámica llamada qvevri. Estos recipientes se utilizaban en el que se cree que es el método de fermentación de vino más antiguo, originario de Georgia, un país situado en la intersección de Europa del Este y Asia occidental. Más o menos por esa misma época, ya se elaboraba vino en la región que ahora ocupa el país de China, donde se descubrieron vasijas de Jiahu que datan aproximadamente del año 7000 a. de C. Sin embargo, como bien sabes, el vino del mundo oriental no se elaboraba a partir de uvas. Al señalar lugares específicos y describir sus costumbres, nos diste gran cantidad de información valiosa sobre las bebidas de Oriente. En tus largas expediciones, lo descubriste todo, desde licores elaborados a partir de la fermentación del trigo y el arroz hasta «cálices llenos de vino o leche» en la mesa del Gran Kan, pero también vino producido con dátiles, especias, frutas y otros alimentos. Durante los miles de años de historia de la humanidad, las culturas de todo el mundo han fermentado sus propias bebidas alcohólicas. Mientras algunas personas disfrutan viajando para ver las maravillas del mundo, para mí descubrir vinos deliciosos de todos los rincones del planeta es siempre una delicia. Por cierto, a mí, que vengo de un país en el que beber alcohol se considera un pecado, me sorprendió descubrir que los monjes elaboraban licor en tu época y que lo siguen haciendo hoy en día.


Trazando el mapa del mundo y de los paraísos en la Tierra
La historia de la elaboración y la cata de los vinos no fueron los únicos placeres de los que disfruté en la isla del cementerio. Allí también descubrí un fascinante mapamundi conocido como Fra Mauro, que debe su nombre a un cartógrafo italiano que dedicó su existencia a la vida monástica cuando todavía existía una iglesia en la isla. En los registros del monasterio se dice que su principal ocupación era la de recaudador de rentas del monasterio, pero en su juventud había sido comerciante y su verdadera pasión eran los viajes. A pesar de que como monje no le estaba permitido viajar, a menudo hablaba con los mercaderes que llegaban a la ciudad al regresar de sus travesías ultramar. Esto le sirvió de inspiración para crear un mapa del mundo que tardó varios años en completar. Elaborado alrededor de 120 años después de tu partida de este mundo, el mapa de Fra Mauro se considera el mayor memorial de cartografía medieval. Por aquel entonces, constituía la representación más precisa y detallada del mundo producida hasta el momento. Creo que se guio por tus escritos, ya que su mapa incluye todos los nombres de los lugares que tú mencionas en Asia, pero invertidos, orientados con el sur en la parte superior. Este mapa del mundo también contiene cientos de ilustraciones detalladas y aproximadamente 3000 textos descriptivos que muestran los conocimientos geográficos que había adquirido en sus charlas con los marineros.
Me parece curioso que esta versión del mapa del mundo también incluya una ilustración del cielo. Aunque me habían contado que, por aquel entonces, era habitual incluir los símbolos del cielo en los mapas de acuerdo con las creencias religiosas imperantes, esta era la primera vez que se representaba fuera del mundo. Teniendo en cuenta lo que hizo, me pregunto si este monje se paró a pensar sobre el concepto del cielo en la tierra. La gente de mi tierra suele decir que su hogar representa la idea que tienen del cielo y que estar rodeados de familia es su paraíso eterno, el cual podría estar en cualquier parte. Tú que eres un viajero del mundo tan emblemático, ¿dónde crees que está el cielo en la tierra?
Por cierto, quiero contarte una divertida definición del cielo que existe en el mundo moderno. Beber buenos vinos en Venecia me hizo recordar un pequeño cartel que tenía en la cocina de casa. Más tarde descubrí que se trata de un brindis que los irlandeses suelen hacer cuando beben. Fue acuñado por un influyente dramaturgo irlandés y dice así: «Cuando bebemos, nos emborrachamos. Cuando nos emborrachamos, nos dormimos. Cuando dormimos, no cometemos pecados. Cuando no cometemos pecados, vamos al cielo. Así que… ¡emborrachémonos todos y vayamos al cielo!»
Efectivamente, hay muchos cielos por descubrir en la tierra y tenemos que disfrutar cada segundo de ellos, ¿verdad?
Los descubrimientos y tu legado
No fuiste el primer europeo que viajó por Asia u Oriente. No obstante, no cabe duda de que tu célebre expedición, que comenzó en torno a 1271 y se prolongó durante 25 años, contribuyó a desarrollar la fascinación de Occidente por Oriente. Además, también puso a Asia Central, la India y China en el mapa occidental e impulsó nuevas expediciones en todo el planeta. Como se afirma en uno de tus registros biográficos, tú nunca te consideraste un explorador, sino que preferías el término caminante. Sin embargo, tu concepción de los viajes como itinerarios a vida o muerte sirvió de inspiración a toda una generación de trotamundos. Entre tus seguidores se encontraba un joven compatriota tuyo de Génova que en sus viajes llevaba encima un ejemplar de tu libro completamente desgastado por el uso. Sin darse cuenta de que el Imperio mongol ya había caído en el momento de su viaje previsto hacia Oriente, incluso quiso seguir tus pasos poniéndose en contacto con el sucesor de Kublai Kan. Aunque inicialmente había trazado un plan para buscar una vía marítima por occidente hacia las Indias Orientales con la esperanza de beneficiarse del lucrativo comercio de especias, el destino lo llevó a redescubrir accidentalmente el Nuevo Mundo, es decir, las Américas.
La noticia de los viajes de este joven explorador llamado Cristóbal Colón pronto se difundió por toda Europa y condujo a la llamada Era de los Descubrimientos, durante la cual los barcos europeos recorrieron el mundo en busca de nuevas rutas comerciales y socios para apoyar el crecimiento del capitalismo en Europa. En el transcurso, los europeos se encontraron con distintos pueblos y cartografiaron tierras previamente desconocidos para ellos. Durante ese período, comprendido desde principios del siglo XV hasta principios del siglo XVII, el mundo se regía por las nuevas tecnologías e ideas derivadas del Renacimiento, las cuales marcaron la transición de la Edad Media a la Modernidad.
Como fuiste la primera persona que describió a la civilización occidental cómo se usaba el papel moneda en el mundo, tal vez te interese saber que ahora estamos entrando en la era de la sociedad sin dinero en efectivo. En todo caso, puedes estar orgulloso, porque tu reconocida imagen se hallaba impresa en uno de los billetes que se utilizaba en tu país. Eso sí, aunque tu nombre evoca la idea de un millón, me dio pena enterarme de que tu rostro solo aparecía en el billete de 1000 liras y no en el billete más alto, de 500 000 liras. En todo caso, esa moneda italiana ya no está en uso, pero tu legado perdura. Junto con la serie de monedas conmemorativas con las que los gobiernos de Italia y China te han rendido homenaje, tu famoso retrato y las ilustraciones que representan tu legendario viaje también han aparecido en un modelo de una nueva generación de dinero llamada housenote, propuesta por la República de Kazajistán, un país transcontinental que constituía una encrucijada histórica en la Ruta de la Seda que visitaste antes de su caída, tras el colapso del Imperio mongol.
También puedes estar orgulloso de que muchas empresas y establecimientos relacionados con los viajes hayan adoptado tu nombre. Probablemente, el ejemplo más famoso sea el Aeropuerto Marco Polo de Venecia. Aunque tengo que decirte que este moderno puerto de tu ciudad natal se usa para viajes por aire y no por mar. Este avance se lo tenemos que agradecer a un artista del Renacimiento que también fue tu compatriota. Su imaginación lo llevó a idear una máquina voladora con alas batientes que más tarde sirvió de base para permitir a la gente volar. Mientras tú tardaste más de tres años en llegar al Extremo Oriente, a mí me llevó menos de un día viajar desde mi tierra hasta aquí. Nadie sabe qué le deparará el futuro a nuestro mundo, pero, hoy en día, cualquier ser humano puede viajar a la luna y explorar el universo con telescopios voladores. Seguro que también te sorprende saber que en el mundo actual las personas pueden incluso viajar a mundos virtuales, aunque, para mí, tener contacto real con personas de carne y hueso sigue siendo muy importante. Solo así se desarrollan las historias épicas y se viven realmente las diversas culturas del mundo, ¿verdad, maestro Polo?


Todos los caminos llevan a Venecia
Antes mencioné la palabra diáspora al hablar de los orígenes de mi familia. Significa «dispersión» y, originalmente, hacía referencia a los judíos exiliados de Babilonia, pero, en la actualidad, este término, que tiene sus raíces en el griego antiguo, también se aplica a los grupos de migrantes que se han dispersado desde sus tierras ancestrales llevando su cultura con ellos. Aunque Venecia es más conocida en todo el mundo por su precioso y único patrimonio cultural, a comienzos de este año los venecianos también celebraron sus 1600 años de historia como ciudad de acogida de inmigrantes. Tras huir del continente ante los ataques de los bárbaros, los nómadas de las comunidades costeras, que ahora se llamarían refugiados, construyeron un grupo de islas flotantes en medio de la laguna de Venecia. En parte, quizá esta sea la razón por la cual uno de los destinos turísticos más famosos y populares del mundo todavía hoy está compuesto por diversas comunidades de la diáspora.
Durante el viaje que emprendí para conocer los diferentes grupos étnicos que conforman la comunidad veneciana, me llevaron a una isla menos conocida donde se encuentra una iglesia armenia ortodoxa. Tras albergar una colonia de leprosos, la isla estuvo abandonada hasta principios del siglo XVII, cuando fue entregada a un monje armenio que había huido de sus perseguidores turcos. Hoy en día sigue siendo un importante monasterio, biblioteca y santuario de la historia y la cultura armenias. Al volver a la isla principal, también me enseñaron el lugar en la concurrida plaza de San Marcos donde una vez estuvo ubicada su antigua iglesia. Además, también hay una callejuela que lleva el nombre de los armenios. Todos estos restos demuestran que mucho antes de la llegada de su respetado monje ya existía una comunidad armenia en la laguna de Venecia.
A medida que Venecia crecía hasta convertirse en una de las mayores ciudades de Europa y en la capital de un gran imperio comercial que se extendía hasta el Mediterráneo oriental, algunas partes de su larga historia estuvieron ligadas al Imperio otomano y las civilizaciones musulmanas de Oriente Próximo. También me presentaron a un mercader iraní que preside una asociación dedicada a promover la cultura persa en la ciudad. Aunque es propietario de varios negocios, su devoción por sus raíces ancestrales lo llevó a participar en múltiples actividades culturales del mundo islámico que se celebran en Italia. Cuando visité su tienda de alfombras, me recibió con algunos dulces tradicionales de su tierra que, en mi opinión, tenían un sabor parecido al de los dulces indios. También me sirvió un té de hierbas hecho con azafrán. Como sabes, el azafrán procede de Irán y desde hace mucho tiempo es la especia más cara del mundo por peso. Me contó que, tiempo atrás, quizá en tu época, el azafrán era uno de los tesoros más preciados de entre las especias y productos exóticos que los comerciantes iraníes traían aquí. Me sorprendió descubrir que una maleta llena de azafrán podía llegar a permitir comprar un palacio en el Gran Canal. También me explicó que esos mercaderes traían sus lujosos obsequios para complacer a los dux y nobles venecianos. Me enseñó algunas pruebas, entre ellas una pequeña alfombra persa de su colección que databa del siglo XVII. No me desveló cuánto costaba, pero dijo que era la pieza más cara de su colección. Ah, casi se me olvidaba contarte que este comerciante tiene otra tienda de alfombras que se llama Marco Polo. Me pregunto si alguna vez te habrás traído como obsequio una alfombra oriental. Si la respuesta es sí, ahora valdría una auténtica fortuna.
Reflexiones sobre la vida
Al escuchar las historias que se cuentan sobre Venecia, me di cuenta de que los relatos sobre los primeros asentamientos comunitarios pueden ser un tema delicado. Me fijé especialmente en la palabra gueto, que se empezó a utilizar hace unos 500 años para dar nombre a una plaza de la ciudad de Venecia en la que se obligaba a vivir a los judíos, apartados de las demás personas. El término acabó usándose en todo el mundo para referirse a zonas urbanas muy concurridas donde viven miembros de un grupo minoritario. Las oportunidades que ofrecen estos lugares suelen ser limitadas y son conocidos por ser barrios pobres. El término se ha utilizado para aislar, separar o marginar a minorías o zonas concretas y, actualmente, mucha gente la considera una palabra racista, ya que implica que los miembros de un grupo específico son diferentes de otros miembros de la sociedad.
Tuve una conversación con un descendiente de la comunidad judía de Venecia que me hizo recordar que mi madre no solía hablar de su propia experiencia como emigrante. Quizá no quería que sus hijos conociesen los horrores de los conflictos pasados ni se viesen afectados por ellos, pero, independientemente de sus razones, no empecé a indagar en su historia hasta que me convertí en padre y mi madre ya había fallecido. Este proceso me llevó a crear obras de arte que representan la historia de mi familia y, a su vez, la historia general de las diferentes comunidades sobre las que había aprendido.
También quería hablarte de una breve visita que hice a una institución cultural rumana en Venecia. Tengo que reconocer que no sabía nada de su historia ni de su cultura, pero este país despertó mi curiosidad cuando descubrí que los rumanos eran el pueblo que más inmigrantes tenía en toda Italia en la actualidad. Si bien solo tuve oportunidad de conocer a algunos de ellos, al escuchar las palabras de una artista rumana que presentaba una exposición en la ciudad, me quedó claro que su arte reflexiona sobre las experiencias de la vida personal y nos ayuda a identificarnos con los demás, así como a aprender sobre el lugar que ocupamos en la historia. Tras intercambiar unas palabras con el director, hojear varios de los libros que había escrito sobre su patria y conocer sus reflexiones sobre el mundo actual, volví a pensar de nuevo en cómo el arte incide en la cultura y en la sociedad. Me pregunto cuál era el papel del artista en tu época y si alguna vez has imaginado una forma de arte que pudiera llegar a cambiar el mundo algún día.
La pandemia y la supervivencia
La fama de Venecia como centro comercial y lugar de gran importancia artística y cultural es de sobra conocida, sin embargo, es menos notorio el destacado papel que desempeñó la ciudad en la lucha contra la enfermedad más letal registrada en la historia de la humanidad. Conocida como la peste negra, se trataba de una enfermedad infecciosa que acabó con la vida de un tercio de la población de Europa a mediados del siglo XIV, unos 20 años después de tu fallecimiento. Mucho antes de que se acuñase el término «pandemia» para hacer referencia a la rápida propagación por todo el mundo de una enfermedad repentina, algunas islas remotas de la laguna de Venecia se usaron para aislar y tratar a las personas afectadas por la peste. En aquella época, los barcos que llegaban a Venecia desde puertos infectados con alguna enfermedad debían permanecer fondeados durante 40 días antes de atracar. Esta práctica acabó siendo conocida como «cuarentena», un término que deriva de la expresión italiana quaranta giorni, que quiere decir «40 días». Como ya he mencionado, los primeros días de mi estancia aquí los pasé en cuarentena, aunque en mi caso tuve la suerte de estar aislado solo durante 10 días.
También me gustaría añadir que hoy en día no solo los venecianos están familiarizados con la cultura de las máscaras. En los últimos dos años, desde la aparición de una nueva pandemia en el mundo, el hecho de llevar puesta una máscara, o mascarilla, como habitualmente la llamamos, ha pasado a formar parte del día a día de todos. Sin embargo, no la usamos por el carnaval ni por ningún otro tipo de celebración, sino porque las mascarillas que utilizamos las personas de todos los rincones del planeta están diseñadas para ayudarnos a sobrevivir. En cualquier caso, todos esperamos que esta enfermedad imprevista termine cuanto antes para que podamos volver a disfrutar libremente de lo absurdo de nuestras vidas en este hermoso mundo.


Un breve viaje al mundo OK y a Navinland
Llegados a este punto, te voy a enseñar otra palabra que, sin duda alguna, es uno de los términos más pronunciados y escritos del planeta: OK, escrito «o» «ka». Significa «bueno» o «adecuado», lo contrario a «malo». La expresión OK procede del mundo occidental, pero en mi caso, forma parte de mis raíces, porque la tienda de telas que tenía mi familia en Tailandia se llamaba OK Store. Cuando mi bisabuelo y nuestros antepasados emigraron a Tailandia, no hablaban el idioma de su nuevo hogar. Además, físicamente eran muy diferentes y su aspecto resultaba extraño a los lugareños, por lo que buscaron formas de integrar su cultura y sus vidas en el nuevo entorno. Una forma de hacerlo fue a través de los nombres de sus negocios. Como la mayoría de los punyabíes se dedicaban al negocio de las telas, solían poner a sus tiendas nombres que sonasen positivos, atractivos o amables. Escogimos la expresión OK para representar a nuestra marca. No tengo claro cómo ni por qué elegimos una palabra tan universal para nuestra tienda, pero gracias a ello crecí con un padre conocido en el barrio como míster OK.
Por desgracia, recientemente OK Store ha cerrado sus puertas tras el fallecimiento de mi padre. Según la tradición india, uno de los hijos debería hacerse cargo del negocio familiar. Pero tanto mi hermano como yo habíamos elegido hacer otra cosa con nuestras vidas y el destino me llevó a Japón, donde me casé con una japonesa y donde nació y se crió nuestra hija. Sin embargo, a pesar de los cambios generacionales en mi familia, siempre he creído que nuestras tradiciones son importantes y que debo preservar mis raíces ancestrales de alguna manera. Por eso, muchas de mis actividades artísticas exploran la definición de la palabra OK y, al mismo tiempo, reflejan mi visión personal de las comunidades a las que viajo. Aquí en Venencia, he hablado sobre mi «mundo OK» con varias de las personas que he conocido, pero creo que no lo han entendido del todo. A pesar de ello, pienso que es fundamental que todos nosotros debemos disfrutar de una «vida OK».
También me gustaría contarte la historia de Navinland, un lugar imaginario que he creado inspirado en mi nombre. En sánscrito, Navin quiere decir «nuevo», mientras que en mi tierra se refiere a una persona que viaja por mar, a un navegante. De hecho, la raíz de «navegante» y «Navin» es la misma. Hace más o menos una década, decidí buscar otros Navins en todos los ámbitos de la sociedad e incluso creé una declaración oficial de Navinland que todos podíamos firmar. Tuvo lugar aquí mismo, en una histórica exposición de arte internacional conocida como la Bienal de Venecia. El objetivo era conseguir el reconocimiento mundial para nuestra comunidad sin fronteras, nuestra no-nación, para un colectivo cada vez mayor de Navins y de amigos conocidos como Navizens, algo así como «navincianos».
Para mí fue una gran alegría encontrarme, en mi último viaje a Venecia, con una nueva cara del mundo de Navin al conocer al comerciante iraní del que he hablado antes. Mientras relataba la larga historia de la cultura persa y la forma que tenían sus antepasados de conectar con la vida veneciana, me presentó a Novin. En realidad, es una marca del té de azafrán que bebí y que probablemente se deriva del nombre del dueño. Fue toda una sorpresa descubrir que, en árabe, esta palabra quiere decir «nuevo». Incluso comentó que mis orígenes podrían tener raíces parsi, un grupo etnorreligioso del subcontinente indio originario de su tierra natal. Nunca se me había ocurrido esa posibilidad, pero su suposición demuestra que siempre hay algo nuevo por descubrir en el mundo de Navin.
Y, finalmente, de vuelta a la realidad
El motivo que me ha traído aquí es mi participación en la 59.ª Bienal de Venecia, cuya celebración se retrasó un año debido al estallido de la pandemia. Aunque llevo unos años lejos de Navinland y mis planes originales para el mundo OK se han desvanecido, este momento tan particular en el que vivimos me ha llevado a buscar nuevas ideas para mi trabajo basadas en las experiencias de la vida real. Y, una vez más, esto comienza con un viaje. Hoy nos encontramos en la era de la llamada nueva normalidad, una época en la que viajar por el mundo no resulta tan sencillo como hasta hace muy poco, así que me alegro de que mi pasaporte tenga por fin un nuevo sello después de haberse pasado los últimos 20 meses en el cajón. Me lo he pasado muy bien aquí, aprendiendo sobre la historia de tu ciudad natal y conociendo a muchos venecianos. Estoy seguro de que todavía me quedan por descubrir muchas partes de su historia, pero conocer a las diversas comunidades que viven aquí me ha animado a reflexionar sobre mí mismo y sobre las respuestas que puedo ofrecer a través de mi ejercicio artístico.


Despedida y gratos recuerdos
Mi último día en Venecia fue muy especial. Una señora alemana a la que conocí durante la comida en la bodega en la isla del cementerio me llevó a la laguna en su embarcación. Aquella tarde hacía un frío tremendo, pero me lo pasé muy bien navegando por el Gran Canal con ella. Mientras hablábamos en el barco junto con mi amiga italiana, me llamó poderosamente la atención cuando me contó en qué consistía su definición de hogar, un lugar donde puedes compartir tu vida personal con las personas, independientemente de dónde vivas.
Después, para mi fiesta de despedida, la otra de las profesoras jubiladas que me preparó mi primer almuerzo veneciano invitó a algunos de sus amigos a su casa. Aunque nos comunicábamos en diferentes idiomas, fue maravilloso escuchar su relato mientras ella me enseñaba fotos y más fotos de sus antepasados. También había fotos de sus viajes a mis dos tierras de origen, la India y Tailandia. Además de las películas de las que hablé al principio, te estarás preguntando qué es una foto, ¿verdad? Podría decirse que ambas se utilizan para dejar constancia de la realidad que observamos. La fotografía se inventó justo antes de la aparición de las películas, que permiten grabar imágenes en movimiento. Estas herramientas no solo se utilizan para el entretenimiento, sino también para ayudar a la gente a mantener vivos sus recuerdos.
Mi diorama y la descripción de las maravillas del mundo
Mañana vuelvo a casa, pero espero regresar de nuevo en primavera, cuando la próxima edición de la Bienal de Venecia vuelva a abrir sus puertas. En esta ocasión, tengo pensado fabricar un escenario al aire libre con un gran mural de fondo inspirado en mis orígenes. Hasta entonces, me gustaría explorar los límites de la cultura a través de lo que se conoce comodiorama, otro término procedente del griego antiguo que hace referencia a un tipo de dispositivo que permite visualizar imágenes o un teatro móvil, que literalmente significa «a través de lo que se ve». De este modo, el diorama que voy a crear hablará de lo que he visto al visitar tu ciudad natal, así como de mis experiencias personales al conectar con todas las historias que me han contado. Además de estas capas narrativas, también espero que el escenario de este diorama, construido sobre el suelo del Giardini, constituya una plataforma abierta donde la gente venga a compartir sus experiencias.
Mientras escribía esta carta, pensaba en qué nombre ponerle a esta obra de arte. Con todos mis respetos, ¿puedo tomar prestado el título de tu libro, Las maravillas del mundo para dar nombre a la obra que sueño realizar? Si bien he de admitir que mi historia no es nada en comparación con tu gran aventura, tú me has inspirado a escribir, aunque esta primera tentativa todavía me genera algunas dudas. Soy consciente de que esta comunicación es producto de mi imaginación, pero espero que este relato contado desde tu ciudad natal sea un reflejo de nuestro tiempo y de las múltiples y diversas vidas distintas que existen en este mundo en constante cambio. Además, espero que lo que pretendo crear a partir de este diario de viaje personal logre conectar mi arte con la gente de a pie.
Postrado en tu lecho de muerte, la gente trató de obligarte a admitir que tu libro estaba lleno de mentiras, pero en lugar de eso, te despediste diciendo: «no he contado ni la mitad de lo que vi». Creo que se trata de una gran frase, porque hace hincapié en la diferencia entre nuestras experiencias reales y los recuerdos que aparecen en cualquier tipo de formato. Además de esta carta, te envío una selección de fotos que he escogido de entre las miles que, junto con un largo metraje en vídeo, se hicieron durante mi estancia en Venecia. A pesar de que en ella se muestra mucho menos de la mitad de lo que realmente vi, de lo que no cabe duda es de que retrata otro gran momento de mi vida.
Espero que hayas disfrutado de este relato desde el futuro de mi versión de El libro de las maravillas del mundo. Un millón de gracias, señor del millón de mentiras.
Ciao,
Navin
17 de diciembre de 2021
Venecia
Biennale Arte 2022: Es hora de soñar
Biennale Arte 2022: Es hora de soñar
La Biennale Arte 2022 vuelve a Venecia en su 59.ª edición. Una vez más, Swatch es su socio principal.